martes, 20 de noviembre de 2018

¿Por qué se cortó las uñas esa semana?, narración canibal de @Ed_M_Undo

No les quisiera contar lo que está pasando en Rusia. Hay algo maldito con esa tierra. Debió ser el futuro. Terminó siendo el pasado. Lo que no les quiero contar ocurre en el mundo más abajo de las mafias. Es una situación endofágica. Es una cuestión de antropofagia. Muy cercano a la coprofagia.

En cierto lugar de Rusia que prefiero no imaginar, en una bodega digamos, dos familias se reúnen, hablamos de familias rusas que son el equivalente a dos pueblos. Todos se casan entre ellos. Una cuestión de endogamia. En la mitad de la bodega una mesa enfrenta a dos personas, suelen ser hombres jóvenes con todo el futuro por delante pero a punto de tragárselo. Es una cuestión de compromiso. Lo que haga el uno tendrá que hacer el otro. Sino empezará una carnicería que quizás extermine las dos familias rusas. Es una cuestión de lealtad. No se puede sacrificar a tanta gente. Alguien tiene que estar dispuesto a sacrificarse por ellos.

Los individuos suelen tener algún entrenamiento militar. Su quijada erguida. Su columna estirada. Imaginemos que la escena da vuelta ante ellos para que podamos cubrir todos sus ángulos. El primer ruso saca de su bolsillo una navaja y procede a cortarse el lóbulo inferior de su oreja. El dolor es visible, palpable, tangible. Sostiene el pedacito de carne mutilada entre sus dedos mientras circunnavegamos esta situación inaudita. El contrincante que sienta frente al mutilado cierra los ojos y gritos de apoyo, insultos, escupitajos provenientes de su familia lo incitan a abrirlos. Al hacerlo, ve directamente como el primer sujeto se come su propia oreja. Pero esperen, eso no es lo peor. Él ahora deberá hacer lo mismo, sino una a una cada mujer de su pueblo serán degolladas frente sus ojos. Niños serán desmembrados. Viejos quemados vivos. Todo frente a él. Toma la misma navaja y sin pensarlo más se mutila no solo el lóbulo inferior sino toda la oreja. Se la introduce en la boca, la mastica. Sangre rueda por las comisuras de sus labios. El oponente lamenta lo sucedido. Ahora con su media oreja palpitante debe cortar cartílago. Con dificultad para desgarrarla, tendrá que proceder a arrancársela. ¿Por qué se cortó las uñas esa semana?. El dolor es imposible, pero lo utiliza como impulso para con la navaja ensangrentada, lubricada por sus propios fluidos, amputar el dedo meñique de su mano derecha. Un grito al unísono copa el eco de la bodega. Con su pulgar y dedo índice de la misma mano sostiene su dedo. Una papa frita bañada en salsa de tomate. En una situación demoníaca, es mejor usar la imaginación para redireccionar al subconciente lo que está pasando. Procede a morder su dedo. La carne cruda es tan difícil de masticar. Caucho. Hule. Poliuretano. La primera arcada viene cuando el diente toca el hueso. La falange humana es tan suave como un huevo de pollo. Olviden lo dicho, sino nunca volverán a comprar en Kentucky Fried Chicken. La cámara gira alrededor de este escenario caníbal, autocaníbal, autoantropofagia.

La carnicería dura solo un poco más antes que uno de los dos cae desmayado. En el piso lamenta que no lo haya logrado. Que su mano pudo salvar a sus abuelos, que su pómulo pudo salvar a su madre. Que la grasa de su estómago pudo salvar a sus hermanos. Que una tira de su muslo pudo salvar a todos. Ahora, mutilado, tendrá que vivir con la culpa del genocidio que ocurre por no haber tenido el estómago lo suficientemente fuerte para haberse devorado.



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