Él un chico normal, que un día la vio a oscuras en el cine. Se notaba la alcurnia. Jet set. Inalcanzable. Preciosa.
Pasa el tiempo y ahora son conocidos. A veces se ven en el mismo club. A veces en las mismas fiestas. Ella puede hablar con él. Él puede hablar con ella. Esos 50 minutos al año que ella disfruta tanto. Buscar pretextos para hablar. No buscarse, solo encontrarse. Cada día puede ser una oportunidad. Casi todos los días nada. Ella es la esposa perfecta. Dos hijos. La parejita. La casa frente al mar. La casa en la montaña. La casa en Miami. La casa en Santa Mónica. El departamento en Nueva York. El departamento en Mónaco. El pilates. El windsurf. El snowboarding. Un día después de más de 10 copas de champagne se lo pregunta. Lo ha tenido en la garganta casi dos décadas. ¿Sabes que existo? Él la mira. No se había dado cuenta. La reconoce. Todo el mundo en su mundo y él, por primera vez en su vida, atrapado en el mundo de ella.
Ella una niña de otro planeta. La novia del siglo. La heredera de ciudades. Criada en Londres, Zurich, Boston. Y un día ve un chico mirándola en un cine. Un chico normal. Y le interesa. Durante la siguiente década, no habrá año que no se lo encuentre en distintos lugares.
Una vez en el aeropuerto pensó en acercarse a hablarle pero las chicas como ellas son a las que siempre se le acercan los atletas, los guapos, los altos, los campeones. 7% de grasa corporal. Le parece divertido. Interesante. A veces se pregunta quién será.
No estudió en ningún colegio inglés. No es socio de ningún club. Sus padres no han sido presidentes de nada. ¿Existe? Ella se quedó atrapada en el mundo de él. Así que cada año, durante 10 años, ella espera verlo. Siempre al otro lado de una vitrina. En el edificio del frente. Rodeado por amigos. Él nunca la ve.
Un día, ya comprometida, luego de su bridal shower, en una fiesta de su mejor amiga. Una de las decenas de fiestas que organiza su amiga cada año: Él. Lo ignora. Piensa en no pensar que está presente. Que no importa. Sabe como comportarse. Puede ignorar a todo el planeta si lo desea. Sabe que hacer. Por primera vez están en el mismo tiempo y el mismo espacio. Por primera vez es novia y se va a casar. Ya no importa. Ella es crush de hombres. Ella es crush de mujeres. Ella es única, especial, inalcanzable, él, un tipo normal. La palabra normal le queda demasiado pequeña. Ve a su novio. Metro noventa y tres. Bronceado de navegar el katamarán. Tag Heuer. Armani. Se acercan y se abrazan. Son amigos. Ya no importa. Se ríen. Carcajadas. Su novio nunca se ríe así. Tan escandaloso. Tan jacarandoso. Es otro novio. El tipo normal convierte a su novio en algo que ella odiaría. Tan poco Upper East. Tan poco Vail. Tan poco Aspen.Tan poco Brickell. Caminan hacia ella. Él se acerca y se presenta antes que su novio lo haga. Ella muda. Hermética. Fría. En otra parte. Un iceberg viendo al Titanic acercarse incauto. La roza. Lo siente. Pero ya no importa. Ya no tiene sentido. Se va.
Pasa el tiempo y ahora son conocidos. A veces se ven en el mismo club. A veces en las mismas fiestas. Ella puede hablar con él. Él puede hablar con ella. Esos 50 minutos al año que ella disfruta tanto. Buscar pretextos para hablar. No buscarse, solo encontrarse. Cada día puede ser una oportunidad. Casi todos los días nada. Ella es la esposa perfecta. Dos hijos. La parejita. La casa frente al mar. La casa en la montaña. La casa en Miami. La casa en Santa Mónica. El departamento en Nueva York. El departamento en Mónaco. El pilates. El windsurf. El snowboarding. Un día después de más de 10 copas de champagne se lo pregunta. Lo ha tenido en la garganta casi dos décadas. ¿Sabes que existo? Él la mira. No se había dado cuenta. La reconoce. Todo el mundo en su mundo y él, por primera vez en su vida, atrapado en el mundo de ella.
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