miércoles, 11 de diciembre de 2024

Recuerdos por @Ed_M_Undo

 Aún recuerdo.

Primero fueron 3 horas.

Luego 6. Los cortes de luz duraban conforme nos acostumbrábamos. Cada semana, la semana anterior no parecía tan mala. 

Nos iban preparando.

Luego fueron 9. Luego fueron 12.

La tecnología casi se desvanecía. 

Las baterías empezaron a fallar. No estaban diseñadas para no recibir suficiente carga. Al mes de cargarse a medias empezaron a fallar. 

Se acabó el combustible. 

El ejército resguardaba las estaciones mientras solo los vehículos importantes, luego los oficiales, luego los de defensa y por último ninguno pudo seguir conduciendo. Se había acabado.

Luego fueron 15. Luego fueron 18. 
Me refiero a horas. La electricidad primero solo en lugares importantes, luego en lugares oficiales, luego en lugares de defesa y por último nadie tuvo electricidad.

Aún recuerdo la última pantalla que vi. Mi mamá nos llamó y nos sentamos alrededor de ella en el piso. En esa época nos bañábamos cada 2 días. Nos bañábamos. Me gusta recordar que en esa época nos bañábamos. No recuerdo el color del agua potable.

Nos sentamos a contemplar el smartphone. Nunca había admirado su belleza arquitectónica. Nos lo pasábamos de mano en mano para sostenerlo. Recordar su peso, luego vimos todas las fotos, desde el día que lo compraron hasta el último selfie que nos tomamos en ese momento. El último selfie de nuestras vidas. Años más tarde la llamamos la guerra de los espejos. Personas empezaron a romper todos los espejos y los últimos hubo que resguardarlos con la policía. Recuerdo cuando existía policía. Al final ninguno quedó completo. Al final había atentados terroristas en museos, bancos, donde hubiesen puesto a buen recaudo cada espejo. Se volvió en un delirio. La mayor inquisición de la historia. Se decía que fue nuestra vanidad la que llevó al colapso de la sociedad como la conocíamos. Que fue nuestro desprecio a todo lo que atrajo ese apocalipsis. Aún recuerdo el apocalipsis. No era lo que esperábamos. En las películas toma unas horas, máximo 28 días. Pero acá ni siquiera se sintió. El apocalipsis en cámara lenta también fue más fácil de sobrellevar. Esperamos una castigo divino y simplemente nos fuimos calentando, como una olla al fuego más lento. Duraríamos veinte o treinta años en matarnos. Era demasiado lento. Luego vino la sequía seguida por inundaciones. Recuerdo cuando no vivíamos en extremos. Cuando estar seco era la norma. Recuerdo lo que era no estar mojado. 

Liego fueron 21. Al final, 24 horas. Aún recuerdo el día. 
El último día con algo de electricidad. Solo fue un foco. Lo vimos durante horas hasta que empezó a parpadear. Se apagó y descubrimos un silencio. Nos habíamos vuelto sordos del sonido de la electricidad burbujeando en los postes de luz, en los cables de alta tensión. Llevaban ahí decenas de años, nadie recordaba no tener electricidad. Y de pronto. Silencio. Desde entonces la gente empezó a hablar poco. No había que compartir. Sin electricidad no existen las trivialidades. Hablar consume energía. Hablábamos hasta los codos. Recuerdo haber hablado por hablar. Sin importar no ser escuchado. Hablaba en el carro mientras conducía solo.

De pronto todo se apagó. Para siempre. Nunca volvió a zumbar y las muertes por electrocutación se dispararon a cero. Ya nadie muere electrocutado. Esos eran lujos de un mundo más rico. Antes que se le acabara cada mineral y nutriente a la tierra. La secamos con nuestra voracidad. Con nuestra incontinencia de consumirlo todo, el tiempo, la comida, lo etéreo. Recuerdo cuando existía arte. Cuadros de cosas lindas que colgaban de todas partes. Lo que nos quitó la falta de electricidad. 

Todos bajamos a la base de la pirámide de Maslow. Recuerdo el existencialismo. Solo sobrevivíamos. Se acabó el coaching, se acabó la innovación, Silicon Valley y las redes sociales. 

Recuerdo recordar. Porque ahora no sé si lo que he dicho es cierto.

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