martes, 5 de julio de 2016

Cadáver exquisito no. 83 por @Ed_M_Undo

Su extraña voz su extraña facha
carecía de gravedad en las madrugadas
era cuando más la extrañaba
su nombre terrestre era desconocido por sus amigos
pero sólo alguien lo sabía
ese alguien no existía
en sus madrugadas, pues de día aglomeraba espantos
y atormentaba a la gente con su ego tan ancho
y sus peinados de montañas rocallosas,
así se imaginaba,
aunque blanca como la luna que habita en las alturas,
su sueño era pedestales moribundos que 
rechinaban un óxido que hacía música silenciosa
frente al barrio de chabolas que los habitaba
la soledad intrínseca e histriónica por 
un elefante rosado lleno de pelusas de osos abandonados.

Esos osos con los que nos ahogamos de risa
en un vendaval de nieve candente
de ceniza de opio, de un rascaestrellas fugaces
que hipnotizado por los cometas que veía
al pasar acío como él solo pero con la esperanza
de que mañana fuese color rosado como el algodón de azucar 
que él compró cuando era tan dueño de su imaginación 
de su libertad rayando paredes
con sus tentáculos que no eran más que aspavientos
con los que detenía a viajeros en caballos y mulas.