domingo, 25 de diciembre de 2022

Ella

Ella

Empezar a olvidar, por @ed_M_Undo



A primera vista la imagen está conformada por dos fragmentos de lo que asemejan ser cabezas sonrientes, hermanos separados al nacer. La levedad del tiempo busca salida en los espacios que aparecen en la sutil calma de los días. Mario se siente cansado a pesar de no haber hecho nada. Un día simplemente se ha escurrido. Navega en su teléfono para encontrarse encontrándolo cada vez menos interesante. La vida ajena, los grandes logros, las buenas noticias, el positivismo tóxico, las historietas. Todo el conjunto parece vano y sin forma, algo que podría empezar a olvidar. 

Empezaría olvidando ese día. El día después de navidad. El de a soledad apacible. El que no tiene acuerdo con el tiempo, el desacuerdo de las glándulas del cuerpo. Ver el mundo desde la ventana para darle sentido al encierro. Callejones sin salidas, uno tras otro. Revisar el teléfono sabiendo de antemano que no se aprenderá nada, nada informará, nada habrá cambiado. El mismo día en el mismo lugar a la misma hora.

Habrá que olvidar las horas. Las que forman el día, las que se pueden interpretar, no como los minutos. Un conjunto habitacional construido con recuerdos. Pronto en desahucio porque empiezan a ser olvidados. Como antiguos conjuntos habitacionales rusos, esos nombrados tras astronautas. La pobreza del primer mundo es la felicidad del tercero. Somos lo que éramos, lo que nunca fuimos. A la orilla decidimos seguir siendo lo que somos. Una cuestión de perspectiva. Horas que dan pasos a días que dan paso a ser olvidados. Horas desperdiciadas al haber sido vividas. Horas bebidas para ser necesitadas. Amparo de desarrollo. Ver siete segundos por la ventana para sacar de contexto el resto. El contexto que hilvanan las horas no permite pretextos. Podríamos seguir contando pero nos cansamos. No son necesarias las horas para ser sinceros.

Luego olvidas los puentes, los ritmos, los tallos, los vestigios, las sombras, los lavabos. Se va olvidando lo que se puede desaparecer, lo que no genera simpatía. Olvidar los rumbos, las rumbas, las plumas, los ceniceros si alguna vez existieron. Las máscaras, las uñas, las trenzas, los cerquillos y las permanentes. Los ascensores solo cuando se anda acompañado, las manijas, los espejos, que nos multiplican como la cópula. Los libros de Borges, de Murakami, de Palacio. Las grietas, los carnavales, los viñedos.

Olvidando nimiedades descomponemos el universo.