jueves, 21 de enero de 2016

Lupo, ¿eres tú?. Primera temporada de Lupo el lobo Molina, ficción por @Ed_M_Undo


Nada que haya creado el hombre tiene valor alguno para mi.
Lupo abre los ojos pero sus pupilas se encuentran dilatadas. No puede ver nada. Ya se ha acostumbrado a su pesadilla. Entre las alucinaciones, los sueños y las premoniciones, lo único que ha conseguido diferenciar a sus 36 años son sus pesadillas. Siempre son tan reales que cuando abre los ojos piensa que ha caído dormido en el sueño.

Su pesadilla es sencilla y aterradora. Su madre es empujada con mucha fuerza a una piscina llena de antibiótico. Se encuentra embarazada de él y Lupo puede sentir, ver, respirar, todo lo que le pasa a su madre le pasa a él. La piscina llena de antibiótico lo aterroriza. Su madre nada pero el peso del vientre inflamado por las 29 semanas de gestación la hala hacia abajo. Él es su propio lastre. Así siempre ha sido. Su madre de 17 años nada con todas sus fuerzas, mantiene la boca cerrada, recuerda que en el dispensario médico le han dicho que no puede tomar ni una gota de antibiótico. En el interior del vientre escucha claramente a su madre hablar hacia su interior: Guadalupe, ¿eres tú?.

Lupo ya no se exalta cuando despierta a la medianoche, ha visto tantas cosas malas, maldiciones, asesinatos, que ya nada lo asusta, pero siempre teme a los antibióticos.

domingo, 10 de enero de 2016

Cuento sin nombre #1, por @UnTalHaas

Y ella encontró al amor, en la soledad circunstancial de una joven de 76 años, sentada en la mecedora de Guayacán que había adquirido años atrás en una ocasión que no recordaba. Veía al infinito, por la ventana, sintiendo la brisa del mar frente a ella mientras esperaba a la muerte.
Esperó, durante días, semanas, meses y quizás años, en ese entonces ya no lo recordaba, esperó a sus hijos y nietos que no volverían, esperó a su esposo que había fallecido treinta años antes.
Esperó algo de la vida, algo que nadie más sabía, una cosa, tal vez tan simple como una palabra, o tal vez tan compleja como la física cuántica y que incluso ella olvidaba a ratos.

Había encontrado al amor y no sabía como contarle a los fantasmas que la seguían desde que dejó de contactar al mundo, ni a las motas de polvo con las que iniciaban tertulias vespertinas en la cómoda soledad. Encontró al amor y se había olvidado por estar recordando cosas que a lo mejor nunca hizo en su corta vida.
Recordó el olor de las orquídeas de su patio cuando era niña, o el color amarillo de los Guayacanes en Febrero, recordó un millón de cosas en la quietud hambrienta de su habitación blanca como el vestido que llevaba. Se acordó de cosas y se olvidó que imaginó mil otras, pero al final, se acordó de que también era tarde para amar, pero no importaba, porque ese amor que sentía, era a la muerte que esperaba.

domingo, 3 de enero de 2016

Lupo "el Lobo" Molina, primera temporada por @Ed_M_Undo

cuadro de El Bosco junto al título de la obra Lupo el Lobo Molina del blog ficciondislexica.com

Lupo el Lobo Molina. Así lo llamaban sus amigos. Digo llamaban no por que Lupo haya muerto. Los que murieron son todos sus amigos, sus enemigos, su familia, sus conocidos. Es como si Dios hubiese querido desaparecer del planeta a Lupo, pero en vez de arrebatarlo, decidió eliminar a los que lo rodeaban.

Si Lupo fuese un diagrama de Ben, él siendo el centro, lo demás siendo el vacío y el olvido. A veces lo recuerdo como si lo hubiese vivido, visto desde mis propios ojos. Lupo es una causa perdida, un alma que ya existía fuera del paraíso, alguien que salió a flote del gran diluvio, el primer y último habitante de Gomorra, el único inocente de Herodes que sobrevivió además de Jesús, no por que los soldados romanos no lo encontraron, lo tuvieron en sus manos, pero algo los hizo arrepentirse. Su error llega hasta nuestros días.

Para que entiendan los hechos que llevaron a Lupo a convertirse en el Lobo, el mejor detective, o como le decimos en Ecuador: pesquisa, debo advertirles de un evento en la vida de Lupo, si a eso podemos decir vida, que marca una etapa antes y después.

Verán, Lupo un día tenía una familia. Una esposa, un hijo. Lupo tenía problemas pero muchos decíamos que los problemas tenían a Lupo. En esa época Lupo era feliz, amoroso con su esposa, firme con su hijo. Dicen que su hijo fue la única persona que amó a Lupo. Pero Lupo tenía muchos vicios, en particular esa tarde había consumido aguardiente con una mezcla de analgésicos y crack. Decía que encontraba una sintonía que encontraba a los malos. Parece mentira, pero Lupo aún tiene el récord de arrestos y crímenes resueltos de todo Ecuador. Parece mentira.

Ese día era el cumpleaños de su hijo. Vivían en un humilde departamento de un conjunto habitacional del sur de Guayaquil, de esos que la gente vivía en su casita pegada a la otra, esas que el techo era demasiado bajo, que había que instalar ventiladores en todas partes para que el calor no se resista a abandonar la casa. Su esposa preparó la torta, sánduches de atún. Llegó la familia, comadres. Lupo no tenía familia. Llegaron los vecinos, los niños corrían en la sala diminuta. Había mucha bulla. Lupo estaba metido en un caso del que les contaré luego, EL CASO como le llamaremos. Lupo estaba intoxicado, pero su gran tamaño le permitía aguantar, no se veía maltratado.

Lupo entra a la casa, sus oídos no pueden escuchar, sus ojos ven borroso, alguien le da una palmada en la espalda, su esposa lo besa, no siente su cara. De pronto escucha un grito, es su hijo que se alegra de verlo. Todo pasa en cámara lenta. Se vira, el niño corre a sus brazos, lo agarra, nunca ha visto tanta felicidad en sus manos, lo levanta, lo alza al techo. De pronto todo se comienza a poner rojo, las caras se transfiguran, cuerpos se contorsionan. La sala se pinta de rojo mientras tiene las manos levantadas. Las aspas del ventilador a toda velocidad le han cortado la cabeza a su hijo. Aún sostiene su cuerpo entre sus manos. Luego todo es olvido.

No volveremos a saber nada de Lupo hasta EL CASO.