viernes, 17 de septiembre de 2021

Más grande que la puerta - cuento de @Ed_M_Undo

En contra de la ausencia. Vuelvo a estar de pie. Amalgama y somnolencia. Noche de mucha cadencia. Moche de nucha ausencia. Ciencia que pare libros. Libros de inocencia. Esencia de lares marchitos, con maderos apilados fuera de la estancia. Ansias de que estas letras se multipliquen. Al menos ser algo de cinco mil palabras. Suficientes para escribir planas largas. Suficientes para cubrir la puerta. Ser más grande que la puerta. Ese es el mínimo deseo anhelable. Fórmula matemática para seguir existiendo sin éxito pero sin miedo. Ser libre para temer lo que te dé la gana. Tener dinero para recoger los traumas. Pedazos de vida suelta y dispersa por la sala. Sala donde escribí sin parar. Para de no escribir. Parado sin redactar. Viendo crecer las uñas de estas manos que no son fábricas de libros porque han adquirido el mal de los árboles de dedicar toda su existencia a simplemente crecer. Los árboles solo dejan de crecer porque se les olvida. Se convierten demasiado en nada. Fractal. Lejos y cerca iguales. Igualdades incorrectas. Variables inconstantes. Dedicado a una vaina que es obsoleta al momento de decirlo. Los libros tienen la capacidad especial de ser obsoletos en el momento de ser pensados. Empezar con un error. Si se puede decir en voz alta se puede contar. Si se cuenta se puede dividir. Si se puede fragmentar se puede diagramar. Párrafos alternos. Un soft machine en eterno loop en la misma página. Algo que nunca se detendría. Péndulo. Preparando el alma para escribir un cuento largo

Empieza ese temor que es el cementerio de escritores. Los cuentos cada vez más cortos. Los diálogos cada vez más personales y más masticados. Writers block. El limo de las rocas prehistóricas. Que se entreveren las falanges en una masa homogénea. Que se dañen las letras. Qué suerte tienen los gringos de poder vivir sin tildes. Vivir tranquilo sin saber que se está diacriticando la vida en caso de ausencia. No parar de tener dinero. Olvidar el dinero. Pensar que todo es gratuito. Que todo simplemente puede ser tomado. Etereo stereo. Esto no es un podcast. Lo estás leyendo. No lo estás escuchando. Andar lento y despacio. 

¿Sabes como los antiguos sabían que habían viajado en el tiempo? Se miraban las manos. Se miraban las uñas. Si en el instante que se ausentaron habían crecido el viaje había sido realizado. La ceratina no conoce el reino cuántico. Nadie insulta a un presidente. Nadie quiere tener su trabajo. Las uñas que crecen son las de las manos. Una leve línea más clara un día. A mayor espesor más larga la estadía. No recuerdas el otro tiempo pero puedes probarlo. Las uñas crecen con solo cerrar los ojos. Cielos morados. Lata escarlata. Frenesí azafrán. Pantone sin miedo. Las uñas vencen el tiempo. La pesadillas es parpadear y de pronto ver garras y saber que estuviste demasiado tiempo ausente. Ausencia antipresencia. Voy a dejarme crecer las uñas hasta redactar. Así sabré cuánto hace que no se relata. Una medida biorgánica ilimitada. Por centro de gravedad las uñas de los pies se mantienen normales en el tiempo. Antimateria. Eternal lulaby. Celopatía. Vuelto a leer. Uñas del viento que no para de moverse. Movimiento pendular trepidatorio. Almas tectónicas. Uno de los afectados por Chernobyl en reversa. Ir decayendo sano. Posteriores al inicio. Bereshit. Rémoras de remembranzas. Ancas de sol canicular. Uñas que van de retro. Ser garra y luego dedo. Inverso. Cóncavo y perplejo. Árido y convexo. La pasión de señalarlo con el otro dedo. 


Las personas y las tildes se notan en su ausencia, cada vez que alguien las nota, sino están ahí, sin estar, llenando un vacío imaginario. Limo a millones de kilómetros de nuestra casa. Nacionalidad y raza. RaaZ. Camisetas baratas de Zara. Vuelve el miedo a quedar vacío de historias. Que la literatura se convierta en un documental. Un diario. El cerebro redacta todo como historia. Se nos olvida el día a día. De pronto nos maravillamos de lo imposible. Que el cuento se encoja. Entrar a una madriguera de un ratón y la madre ratona tenga puesto el gorro de dormir en una cama hecha de una lata de sardinas con retazos de manteles viejos, millones de cuadros, mientras lee un libro. Yo adentro de la madriguera casi no entro y se me va el efecto y empiezo a crecer. Disfruto el evento. Disfruto el crecimiento. Pero cuando reacciono ya soy más grande que el agujero que es la puerta de una madriguera. Más grande que la puerta. No logré salir de este sueño, de esta historia. Es demasiado corta. Su longitud dependía el tamaño de la puerta. No lo logré. Fue demasiado tarde. Por ser escritor de cuentos largos un cuento corto me ha matado.