miércoles, 11 de enero de 2012

IAN TATE POLANSKI, episodio 2 por Ed Undo




Cincinnati me llaman algunos, para otros soy Milles! tarareó Charles Manson a la joven hippie con quien acababa de consumir LSD. Su visión del mundo encantaba a mentes ávidas de experiencias distópicas, tumultosas. Su apellido siempre lo había hecho pensar que llegaría a ser una gran estrella y lo estaba logrando, tenía un séquito de fervorosos seguidores a quienes su evangelio había terminado de absorber todo vestigio de raciocinio. Por fin Charles lograba que su cerebro se manifestara a través de otras cabezas.

Se volteó y la imagen que vio fue tan impactante que sólo atinó a vomitar (un hábito muy gringo siempre he pensado). Su viaje se precipitó a un témpano de realidad: recordaba haber estado terriblemente drogado hablando con lo que deberían sufrir las estrellas de cine cuando uno de sus seguidores le dijo que era el jardinero de la mansión de Roman Polansky, director de Hollywood, joven, talentoso, despiadado. En su sermón explicó como debían ingresar y traerle ese hijo que su esposa esperaba en sacrificio. Al ver a 2 hippis bañados en sangre con un feto muerto envuelto en su propio cordón umbilical pudo darse cuenta el peso de sus palabras: habían sido cumplidas al pie de la letra y no había marcha atrás. Por él habían matado.

Había que deshacerse de la evidencia. Pronto! exclamó- hay que enterrar ese feto, es lo más desagradable que he visto en mi vida- Se los arrebató de las manos.

Pero Charles - susuró el hippie que había traído el cuerpecito. El niño está vivo.

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