jueves, 29 de abril de 2021

Felicitaciones. Un fragmento de la saga de Ian Tate Polanski y los Imposibles.

 Los felicito. Han eliminado a la creación más bella del Creador. Su orgullo. Su mayor fracaso. Si tuviera manos los aplaudiría.

Son unos héroes. Para eliminarme a mi, al Mejor de la creación, han liberado a lo peor de la creación. Mi trabajo nunca fue ir en contra de la humanidad, mi trabajo fue capturar lo peor de la creación. Me felicito a mi mismo por no tener que existir en el mismo tiempo que las plagas han regresado a la Tierra. Nos tomó 6 días capturarlos y en 1 solo crearlo todo. Ahora es su misión volver a encontrarlos.

miércoles, 21 de abril de 2021

Sin título, por @Ed_M_Undo

Yo quería que el personaje se vea evolucionado, se vea maduro, mayor; dijo el director.
Por eso de una escena a otra esperé un año. Ya no era un chico, era un hombre.

La evolución del personaje según Campbel debería resultar en un ser superior, con dominio de su razón y control sobre sus emociones.

Valía la pena el tedio, la espera. 

El personaje caminaba rodeado de perros. El animal tiene un instinto superior en el exterior. Estuvo más tiempo expuesto a la intemperie. Nosotros encontramos confort en las cavernas, que luego se convirtieron en casa, luego en guettos, luego en jaulas. Por eso enjaulamos a los perros, para volver a sentirnos humanos. Lo inhumano nos vuelve humanos.

El guión iba algo así: Joel camina por el campo, ha sobrevivido la dureza de la montaña. Un Frodo de metro ochenta. Melanina. Recuerda un pasado iluminado, un tiempo de paz. Luego la desinformación, los fake news, Twitter, los memes, la guerra. El caos, el miedo, el olvido, la desesperación. La montaña el último bastión.

Sale de la montaña y no encuentra un solo ser viviente.

Encuentra al robot. La robot. Un ser demasiado empático para ser humano. Se enamoran. Pero su batería va a terminarse y su memoria se borrará. Antes de desconectarse, tiene un recuerdo, ¿o es una alucinación? Que él fue quien violó y mató a su dueña, hace muchos años cuando ella era solo un software. Le pide un beso. Y con lo último de electricidad lo electrocuta. Juntos en el olvido.

FIN


lunes, 19 de abril de 2021

Situaciones incómodas con desconocidos vol. 1, por @ed_m_undo

Por alguna razón obvié nuestra llegada a la mansión, a pesar de que a la distancia le eché un par de vistazos desde la ventana del carro y pensé que tenía dos fachadas.
La casa le hacía honor a sus halagos. Al llegar ahí tenías la sensación de estar en otra tierra. Estar en Marte.
Monumental.
Dantesca.
De proporciones bíblicas. 
Una catedral. Era un edificio de tamaño excepcional, era como si todas sus medidas estuviesen diseñadas no para hacer grande la casa, sino para hacerte sentir insignificante.
Minúsculo.
Vacío.
Dadas las circunstancias de mi presencia y los motivos que me llevaron no solo a incorporar la comitiva en pleno viaje a la mansión, sino a conducir y negociar con un policía la llegada a nuestro destino tres horas más tarde de la hora de la invitación.
La esquela que nos invitaba a un paraje remoto era blanca y de terciopelo, un terciopelo hecho papel escrito con tinta plateada. Ya no se dedica tanto tiempo para hacer a mano una monotipia con el único fin de informarnos de la reunión que planeaba realizar en 3 domingos en su casa del lago. A pesar de referirse a un lago, en el sector no había mayores accidentes geográficos que permitiesen un cuerpo de agua de ese tamaño. La piscina de la casa era el más grande depósito de agua de la región. Su paisaje era árido pero en las horas mágicas mostraba estar poblado de árboles altos y negros, que siempre me sorprendió como podían esconderse al sol para volver a ocultarse en la noche.
Nuestro anfitrión, Patricio, nos esperaba en el garage. Un séquito de empleados que guardaban similitud entre ellos, debían ser familiares, lo escoltaba con el mismo interés y ansiedad. Luego de los saludos, introducciones, abrazos, besos, piropos, monikers, susurros y sonrisas, me encontré con una fila de personas parecidas. Sentí caminar como una hormiga la rama de un árbol genealógico. Sin pensarlo, extendí mi mano para saludar a la primera persona que esperaba a espaldas de mi amigo.
Un suave apretón selló nuestra presentación con una señora mayor, más de cincuenta, con el pelo todo blanco antes de tiempo. Su quijada se enterró en su cuello y una hilera infinita de pequeñas arrugas desquebrajó su piel. Su mejor vista surgió. Se notaba un vestigio de coqueteo de una mujer que nadie ha tocado en décadas. Me presenté, sonrió al escuchar mi nombre completo. Estaba sin control, creando situaciones incómodas con desconocidos que nunca volvería a ver. Unos sagitarios, unos cancer, otros acuario. A pesar de tener