martes, 12 de junio de 2018

Rise and fall of an empire in ten days or less, una historia de @Ed_M_Undo

Leía una y otra vez la carta de suicidio de su amiga: “Yo te amo no porque quisiera que fueras mi hermana. Yo te amo porque quisiera que fueras mi madre”.

Lina respiraba en una habitación llena de vacío. No había tocado nada desde hace una semana aunque venía cada noche. No despertaba ninguna emoción en ella que su amiga hubiese desaparecido. Eran almas congruentes, más cercanas que las almas gemelas. Desde la primera mirada el primer día de clases supieron que eran de la misma especie. La misma soledad. La misma paciencia. El mismo color de sombra.

Por eso siempre la vió como una hermana que hubiese muerto en el vientre de su madre, demasiado pronto para considerarse embrión. Ectoplasma de la siguiente menstruación. Lina había recorrido con sus dedos miles de kilómetros del cabello de su amiga. Cada huída de su casa como pretexto para enrroscarse en sus muslos y respirar cerca de sus rodillas. Su amiga nació para sufrir. Nunca supo como amar. La amó el chico que conoció en décimo grado y a Lina le tocó sobarle su cabeza luego del primer aborto. La amó su madre en su alcoholismo en el que siempre contaba la misma historia. Con las mismas pausas. Las mismas sonrisas. Las mismas pérdidas de memoria. Los mismos desmayos. Las mismas arcadas. El mismo llanto. La misma vergüenza. 

Su amiga amaba como la gravedad ama a la Tierra. Lina era testigo de la subida y caída de cada amor. Rise and fall of an empire in ten days or less. Todo empezaba de una manera explosiva. Su forma de amar no conocía dimensiones humanas. Era de la talla de semidioses. Su amor destruía la consistencia de los días. La sinapsis de la realidad. One week addiction. No se hablaba de nada más. La misma ansiedad. La misma impaciencia. La misma calamidad una y otra vez. El planeta dejaba de girar. No habían horarios. Faltaban a clases. Inventaba fórmulas para romper con la rutina. Luego la nueva rutina rompía su corazón. Habían laberintos que no existían un suspiro atrás. Lina vivía con el corazón en la mano. Apuntaba las mentiras de su amiga para saber como seguir mintiendo a cada momento. Cada paso era un paso en falso. Tejer una realidad momentánea hasta que ella dijera basta y Lina empezara a recoger los fragmentos de su vida. Un millón de pedazos de su corazón. Cristina y los Subterráneos al cubo. Al final todo pasaba tan rápido que parecía una película de Polanski en la que toda la sala de cine entera se había quedado dormida a la mitad. El final no tenía nada que hacer con el comienzo. 

Su amiga era arrebatada de su enamoramiento por un Deus ex makina tras otro. Semidioses que aplastaban reset. Force quit. Que desconectaban su mundo para que todo se reiniciara de acuerdo al plan maestro. Mismos recuentos. Mismos arrepentimientos. Mismos calmantes. Mismos silencios. A Lina no se le suicidó su amiga. Su amiga suicidó la única vida que Lina había conocido. Ella que fue adoptada. Que no tenía que hablar. Que solo tenía que existir. Que no existía sin su amiga. Ahora se había quedado sola. Con una vida que nunca fue suya. Los mismos recuerdos. Los mismos secretos. Se había quedado con su plan y sus procedimientos. Años de redactar un manual para armar desastres. Tenían la misma talla de pies. El mismo alto. El mismo corte de pelo. Los mismos cayos. Lo único que no tenían igual era el alma. La suya era nueva. Made in Japan. La de su amiga edición limitada. Barroca. Edición defectuosa. Con fecha de expiración. 

Había encontrado a una amiga y ahora en su muerte había encontrado una vida que no le pertenecía, pero nadie la iba a reclamar. Lost and found. Lina se mira al espejo y se despide de esa habitación para empezar una nueva vida. Una vida en la que hasta ese momento había vivido de actor secundario. Una vida que siempre le perteneció de todas formas. La misma vida. La misma muerte. La misma suerte.