miércoles, 15 de agosto de 2018

Manzana, cuento corto por @Ed_M_Undo

Todo va a salir bien. Dijo Eva.

jueves, 2 de agosto de 2018

Día mundial de la bicicleta. Un cuento de @Ed_M_Undo

La boda se celebró el viernes 19 de abril. Los viernes, los hoteles reservan sus salones con sobreprecio como castigo para las parejas que se deben casar en apuros antes del tercer mes de embarazo.

El salón Imperial del hotel Villanueva empezaba a presentar un estado de deterioro que pasaba inadvertido por la decadencia de su decoración. Dragones de mármol de Chile, tapices de lentejuelas de Kuala Lumpur, mimbre chino y baldosas de algún archipiélago sueco mejoraban su presencia ante la luz púrpura que ocultaba las manchas de las alfombras y las paredes.

Las primeras en llegar fueron las tías. Ellas llegan dependiendo de su grado de soltería. Una vez que se establecen en sus mesas correspondientes, empiezan a negociar el centro de mesa. El salón se fue llenando armoniosamente. Todos querían pertenecer a la celebración y sobretodo, descontar su regalo con el buffet y el whisky que había prometido el desdichado suegro.

Luego de una efímera ceremonia, Tiempo de Vals de Chayanne, y Un Hombre Divertido de Wilfrido Vargas, se consideró oficialmente iniciada la celebración de la boda. Un baile en pareja, sobretodo un merengue, debe ser danzado bajo una coordinación de pelotón de fusilamiento. Basta que una bala o movimiento de cadera salga antes de tiempo para convertir un hermoso espectáculo en una masacre. La primera bala mata al fusilado, el resto, despedaza el cuerpo sin misericordia, igual que el contoneo de los ritmos dominicanos.

El vino afloja la lengua mientras que el whisky afloja la cadera. Hay que conocer la alquimia de los licores que convierten la conversación en oro o simple plomo.

Lo extraño ocurrió luego del buffet, que suele ser acompañado por bosanova para estimular la digestión. Mutis que presagia una tormenta. De lejos, sin previo aviso y a un volumen muy bajo que pasó desapercibido por un buen rato inició la canción Rompe la piñata. La canción se empezó a notar con el primer charolazo que rompió 27 copas llevas de champagne acompañado del "vivan los novios" iniciado por los padrinos. Este tipo de accidentes suele ser atribuido a meseros enamorados. Pero cuando las esquirlas del primer centro de mesa cayeron sobre el sombrero de la abuela del novio, fue cuando empezamos a notar zafarrancho. La canción fuera de tempo intoxicó a todos. Folklore transformado en killing spree. La olla frágil se volvía un tesoro que debía ser encontrado así fuese socavando el mismo salón hasta sus cimientos.

Ancianos usaban sus bastones para desgajar los candelabros que pendían sobre la mesa de dulces. Un zapatazo tumbó la réplica de la vasija de la dinastía Ming ubicada en el corredor del baño.
¡Que la rompa Felipe! Y Felipe el primo zapateó la estatua de hielo que acompañaba la mesa de quesos. Don Miguel se sacó el cinturón y con la hebilla fue arrancando cada pico de botella de vino que asomaba en el bar. El barman abría los cojines de los sofás con el picahielo.
¡Que la rompa Isaito! Isaías, vecino y amigo de toda la vida de la novia fue el primero en lanzar una silla contra el bar y despedazar el espejo junto a decenas de botellas de licor. Fue el primer beso de Olivia cuando tenían 8 y 11 años respectivamente.
¡Que la rompa Julito! Y cuatro Julios lanzaron con todas sus fuerzas la mesa móvil de los postres contra el espejo de pared completo que desapareció junto a sus reflejos hecho añicos contra el suelo.
¡Que la rompa Jaimito! El novio estrelló su frente contra la estatua de mármol que decoraba junto a la cascada la entrada al salón. Cayó desmayado con un chorro de sangre que manchó el frack, perdiendo la garantía al mismo tiempo de la lividez de su frente. La cicatriz lo acompañaría hasta que las arrugas de su cara lograran hacerla desaparecer en su vejez.

Una frenética y caótica escena. Batrachomyomachia. Pintura negra de Goya.  Dos familias unidas por la destrucción. Mayhem colectivo. Lazos de sangre solidificados por perniciosa brutalidad. Ansiedad sin contratiempos. La necesidad de romperlo todo, un deseo incomprensible por encontrar dulces se apoderó de la turba enardecida. Abuelas haciendo añicos la cristalería. Niños dormidos en dos sillas mientras sus madres arrancaban las cortinas y sus hijos adolescentes acercaban las velas para en una hoguera desaparecer todo aquello que no escondiera los dulces. ¿Dónde estaba la piñata de la que tanto habla la canción? Una rebelión de 15 minutos digna de otra historia de Süskind. El perfume en un hotelucho. Pasión de multitudes. Una canción popular en el momento y lugar equivocados podría acabar con toda la ciudad.