La angustia y el dolor que sentía por su viaje desaparecieron. Solo quedaba dentro de él una gran paz. Minutos después la voz se silenció. Julito preguntaba: "¿Hola, hay alguien aquí?". La respuesta fue un halo de luz. Inseguro, empezó a caminar y la luz se convirtió en su guía. El tiempo que llevaba caminando empezaba a ser muy largo, él ya quería regresar a casa y seguir jugando. También tenía muchas preguntas sobre lo que estaba viviendo pero nadie aparecía para responderle. Por fin pudo ver una salida a esa tiniebla sin fin. Aquella larga caminata había terminado, o al menos eso parecía. Encontró la entrada a un desconocido pero hermoso lugar. No salía de su asombro, era un gran campo lleno de una luz radiante y cálida. Corrió y saltó riendo sin cesar. Se recostó en el césped para recobrar fuerzas y mirar ese azul intenso del cielo, ciertamente se sentía el niño más feliz. Y así, se quedó dormido.
Por segunda ocasión, la voz se hizo presente con dulces cantares despertando al niño. Al abrir sus ojos se encontró nuevamente con aquel halo de luz. Escuchó una fina y delicada voz de mujer llamándolo, transmitiéndole dulzura y paz. Abrió su boca desatando una lluvia de preguntas que hicieron reír un poco a este ente de luz y le dijo: "Es muy importante que me atiendas antes de que regreses: nunca, nunca dejes de soñar. Tu misión es esa. Algunos sueños se cumplirán, otros no. Tú tienes el poder de crear. Ahora te enviaré a casa, no olvides mis palabras pequeño. Llena estas páginas de color y palabras, es tiempo de soñar!" Nuevamente, se vio envuelto por una fuerza que lo sacaba del lugar al que tanto le había costado llegar.
Esos saltos que había dado tratando de tocar las nubes y que lo habían llevado a ese extraño viaje lo traían de vuelta, cayendo a tierra. Despertó. Sintió un resplandor y una frescura en su cara. En el fondo se escuchaban voces. Por un momento pensó que seguía en el mismo campo y que vería aquel azul del cielo.
Él seguía inmóvil, recordando lo que le habían dicho. Las voces seguían a lo lejos. Escuchó el ruido del aspersor y sintió pequeñas gotas de agua caer sobre él.
―Quiero seguir tratando de tocar las nubes ―dijo y se levantó y se subió a la cama elástica queriendo alcanzarlas.
―¡Julito! ―llamó mamá al pequeño.
―¡Voy mamá! ―respondió. Dejó de saltar. Al bajar de la cama se dijo: "No dejaré de intentarlo".
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