viernes, 12 de octubre de 2018

Súbditos. Cuento de @Ed_M_Undo.

Cuando niño jugaba a ser el rey los escarabajos del patio de mi casa. Los llamaba súbditos y los podía masacrar. Siempre estuve atento al nefasto andar de los seres sin imaginación. Se tiene un don al ser capaz de ver la realidad. Se tienen premoniciones. Se altera el futuro con el pensamiento negativo. Por ejemplo, si no quiero ser atendido por un cliente lo deseo y abandono el esfuerzo. Antes del plazo mínimo recibo la llamada que cancela la reunión.

Un día un pasajero decidió continuar el trayecto del tren. Siendo el último pasajero avanzó hasta las afueras de la ciudad, donde no recordaba que hubiesen vías ferroviarias. Al llegar a la estación salió y fue recibido por una pareja de ancianos de muy poca estatura. Se tuvo que agachar para escuchar lo que decía. Empezó a correr repitiendo en su mente "esto no puede estar pasando". Corría sin sentido por un camino deseando que lo condujese de vuelta a la ciudad.

Ser un súbdito requería de mucha tenacidad. Usualmente viven debajo de largos maderos mojados, negros como el anochecer, abandonados sin un propósito. El súbdito abandona su cubil el día que decide empezar a morir.

El pasajero llegó a un pueblo que pensó reconocer como el sitio donde los buses paran para que los ocupantes usen el baño. La escena solitaria infringió un nuevo temor a nuestro héroe, quien decidió mirar atrás. Su miedo infundado lo llenó de valor, al encontrar la calle abandonada, pero al mirar de frente sintió un latido doloroso en el pecho, sintió sus piernas perder la gravedad. Frente a él, la pareja de enanos, esta vez claramente eran unos jóvenes enanos, lo miraban con ojos huecos. A sus pies, un gato muerto lleno de hormigas. Las hormigas subían a un pan, no tocaban el fresco cuerpo del animal. Se resignó. Nada tenía sentido, pensó que debía tratarse de un sueño y que su verdadero ser debía estar en el tren.

Mi momento del año más feliz era navidad porque podía comprar fuegos artificiales. Llenaba de petardos los maderos y veía volar en cámara lenta miles de pedazos, corazas y patas de los súbditos. Una emoción que perdí con la edad y por la mudanza a una zona más pobre de la ciudad junto a mis padres. No solo dejé la casa de Urdesa, dejé mi reino abandonado.

La historia del pasajero no tiene un final feliz. Un enano muere en la persecusión. El pasajero se culpa y decide lanzarse por un puente en el momento que pasaba un camión lleno de maderos negros mojados.