jueves, 26 de enero de 2012

Silencios gritando por Victoria Silent

No hay nada más doloroso que callar mientras se quiere gritar. Y es que me encontraba tras las rejas de un campo de concentración. Era un invierno frío, prisionera en una celda gris y dolorosa. El guardia venía cada veinticinco minutos….. veinticinco minutos de tortura y otros veinticinco minutos de sufrimiento por su llegada. No había espacio para gritar, no se podía hacerlo. No podía moverme, no podía hablar con ningún otro ser humano. La libertad había sido condenada y yo presa, inmovilizada, queriendo gritar de mis entrañas el dolor y la miseria que llevaba adentro. Pero tendría que contenerme, pues si lo liberaba, el castigo era aún más doloroso.

Así que aprendí a gritar hacia adentro. Sí, ha digerir el dolor de las espinas atravesando mi garganta. Los metí poco a poco hasta llegar al corazón, dónde todos conocen, está nuestra caja negra, que algún día alguien descubriría. Si tenemos suerte.

Pasaron muchas horas, días, años esperando. Agonizaba y suplicaba porque algún día uno de aquellos guardias que se había enamorado de mí, por fin me liberara. Nunca llegó, y poco a poco me convertí en especialista del engaño, y ya nadie notaba mi tristeza simulada con un rostro parco, sin movimiento. Los guardias me habían declarado mentalmente divergente, pero no les quedaba más que aceptarme pues aún no había llegado mi hora. ¿Qué mundo en el que estamos? Cuerdos quienes controlan, locos quienes aman.

La noche es infinita. Miro abrazada de mis columnas con orgullo. No hay luna, una gran capa negra que me recuerda lo solos que vinimos. Estoy en rebeldía, y pienso memorizarme su rostro. Y sí, es que yo también me enamoré de aquel guardia que me juró amor eterno. El amor de un imposible mantiene mis latidos, pero larga es la espera e incierta la esperanza. Sucia y manchada, infeliz y fenecida… invisible. Hay tanta vida allá afuera que dudo estar en su mente. La psicosis ha absorbido mi cordura y he perdido mis zapatos al lanzárselos la última vez que vino a buscarme. Es el amor entre un guardia y una prisionera, dos sedientos a la espera. Ya pasaron los veinticinco minutos y otra vez tendré que callar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario