martes, 1 de agosto de 2017

Descanso, historia por @Ed_M_Undo

Lemus yace en el piso. Su cabeza apoyada en el sofá. De su mano derecha emana humo de su cigarrillo. Lemus siempre imagina que el humo sonríe. Siente el peso del mundo en su pecho. Sabe que tendrá que levantarse para enrrolar otros cigarrillos. Su aflicción por la gravedad lo envuelve en un hálito de catalepsia. El catalapte viviente. Ser humo y fluir como humo. Ama el aroma. Fue amor a primera olida. Sabe que al humo no le gusta su apellido. Lo identifica con una enfermedad, una peste. El Lemus, los lemusados, el lemusamiento.

Recuerda como en un sueño, ¿o era un sueño? El niño dormía de día. De noche se quejaba, daba vueltas. Lloraba. Nadie sabía lo que le pasaba. Como una picazón invisible. Pensaba que lo cubrían insectos invisibles. Encendía un cigarrillo y le lanzaba el humo encima para que pudiera descansar. El niño no dormía, se desmayaba del cansancio. Vida nacida para sufrir es vida pero no si el sufrimiento viene desde el parto. Con el mayor amor de padre pone suavemente su almohada y con ternura la detiene hasta que el niño deja de moverse.

Por primera en su vida vez ha descansado.

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