Cada vez hay más niños pandilleros en Ecuador. Esta es la historia de uno de ellos.
Hay leyes en la selva de cemento. Aquí no se respeta ninguna.
Así un niño de 10 ó 12 años no quiera ser parte de una pandilla no hay escapatoria. Lo encuentran en la calle, mientras regresa de la escuela. Lleva su mochila en la espalda. No sabe que esta fue la última vez que pisará un aula, esas fueron la últimas clases que recibirá en su vida.
Se detiene una camioneta demasiado nueva para ser normal en ese sector tan bajo y sabe que algo malo va a pasar. Lo rodean. Él mira al suelo. Sabe que lo malo ha iniciado. Gritos. Armas. Insultos. Está en el piso. Siente un zapato en su cuello triturar su cara contra el cascajo del terreno.
Él les asegura que no los ha visto, que no tiene nada que ver con ellos. En eso se equivoca. La miseria y marginalidad son trepidantes y oscilatorias. Ellos le dicen que a partir de ahora les pertenece.
Lo suben al carro. A su lado van diez, cien, mil maleantes. Humo, gritos, amenazas, risas, cumbia a todo volumen. Le dicen que les pertenece. Que va a convertirse a ellos antes de llegar a la medianoche.
Él les dice que fue criado bien, que no va a convertirse en un criminal porque ellos lo desean. Ahí es donde se equivoca. Ese es el momento en el que los caminos se bifurcan.
El carro de detiene. Se bajan, él es lanzado al piso. El chico que no se graduó. Le dan un revolver y le dicen que va a matar a un hombre. Le gritan que va a matar a un hombre. Si no lo hace van a ir a violar y matar a su madre y hermanas.
Arrastrado de los pelos, lo lanzan encima de un policía. Gordo, sucio, llorando. Tiembla. Está confundido. No hay vuelta atrás. Sin sentido. Qué pasó en su vida que cambió tan rápido. Hace unnas horas hizo planes con su amiga para ir a pasear por el centro. Ahora tiene que matar un hombre que no sabe quién es. Que van a matar a su madre, sus 3 hermanas. Ese es el punto de quiebre. ¿Cómo saben cuántas hermanas tiene?
La ciudad se disemina en el tercer mundo como esporas. Crece en los árboles, en los cerros, colinas y linderos. No se desarrolla. Se contagia. Nadie sabe de donde sale. Simplemente va creciendo de noche. Al día siguiente aparece una calle con unas chozas, se va convirtiendo en escaras. Crece como un coral de concreto y madera.
El cuerpo cae en el suelo. El disparo fue más potente de lo que pensaba. Es como un rayo, un aliento de Dios. Las balas dejan agujeros. El cuerpo es orgánico pero el proyectil es acero. La caída duró la millonésima parte de un siglo.
Tiembla. No tiene la fuerza para soltar la pistola. Es nuevo en esto. Huele a humo pero no se ve humo. Lo que más pesa es el chillido en los oidos. Mira alrededor. Un nuevo aprendizaje: todos los que te rodean a un kilómetro a la redonde te miran con miedo. Si levantas la mirada ellos cambian la suya.
No hay marcha atrás. Un secuestrador le quita la mochila. Se acerca a la ladera, vierte el contenido en la grama. Ya no necesita estudiar. Tiene en su mano el invento más poderoso del universo.
Esta vez se sube caminando a la camionera. La mochila que lleva en su espalda está vacía pero pesa. El revolver es etéreo. Ya empieza a olvidar a su madre, sus hermanas, su pasado.
Se olvida el pasado cuando ya no se tiene futuro.
Una historia real de Ecuador. Capital mundial del tercer mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario