miércoles, 2 de julio de 2014

Disco del año 2015 para Cerati, microficción por Ed M. Undo


En su primer día de trabajo, Mario llegó antes de tiempo a Vuelta de Obligado 3165. Llevaba buscando trabajo 2 meses en Buenos Aires cuando consiguió ser enfermero de apoyo de un equipo que atiende a un cliente especial. Eso es todo lo que especificaba su contrato.

La Clínica Alcla acababa de cumplir 45 años, el 2015 lo había recibido bien, con novia, un departamentito en Recoleta y desde junio iba a dedicarse a lo que tanto amaba: trabajar para pagar el estudio en el que grabaría su disco. Verán, Mario es músico, lo de enfermero es solo un trabajo para pagar las cuentas.

Cuando vio a Gustavo Cerati no pudo contener las lágrimas, lo acababan de sentar en un sillón inmenso, frente a una ventana para que reciba el sol. Estaba flácido, no parecía dormido, parecía muerto. Los primeros días sintió más miedo que respeto. Quería renunciar, vomitar, huir y nunca verlo más. Uno de sus ídolos yacía vegetal en la habitación en la que parecía anochecer más temprano que las demás. Cerati yacía en su siesta eterna. Conectado a un aparato que medía su ritmo cardíaco por si se les moría sin avisar.

Mario fue el primero en notar algo imperceptible para quien no es músico. El palpitar de Cerati marcaba distintos ritmos, pequeños sobresaltos nanométricos. Mario fue el único en escucharlo. Se dio cuenta al tercer día que Cerati se veía menos muerto y más dormido, como haciendo lo que más le gusta hacer un hombre que no puede hacer nada. Cerati estaba marcando tiempos, creando música en su sueño.

El cuarto día Mario trajo su guitarra y fue despedido. Pero los 10 minutos que se sentó junto a Cerati fueron suficiente, esa noche publicó en su cuenta de youtube el testimonio y en el minuto 3:44 tocó 1 minuto de música que le había regalado Gustavo.

Al siguiente día todo el planeta hablaba de eso, era tendencia en Twitter. Músicos legendarios se reunirían para escuchar lo que Cerati había estado componiendo desde su lecho. Su habitación en la clínica se convirtió en un estudio de grabación, Cerati lucía contento sin expresarlo. La primera canción estuvo compuesta en 6 semanas. Cada día el músico daba segundos valiosos de composición musical. Primero sus latidos marcaron la guitarra, luego la batería y por último el bajo.

Su primer disco desde el limbo se llamó Coma.

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