viernes, 8 de septiembre de 2017

Siempre pudiste leer las mentes, crónica de Ian Tate por @Ed_M_Undo

Frente a una gran mesa servida con espléndidos manjares, Ian Tate despierta en la cabecera. En un largo salón, más teatral que aristocrático, traga saliva en su garganta seca. Se acomoda el cabello a un lado de su cara. Lo ha dejado crecer más de la cuenta. Sabe que su frente está marcada por líneas que dejó su camisa.

Se abre una puerta descomunal, imposible. 6 metros de largo. Sabe que no hay perspectiva para que se haya abierto toda. Entra Rauchen, su jefe. El hombre que consiguió contratarlo para un trabajo que nadie puede lograr. Nadie excepto Ian. El pago no se realizará en dinero, a pesar que tiene a su disposición recursos económicos ilimitados, un avión privado, yates, helicópteros, autos y aún no lo cree pues podría tratarse de una exageración: una bomba nuclear.

Rauchen se sienta frente a Ian y le sonríe. Le cuenta que el menú que han preparado hoy su enjambre de chefs es digno de la última cena de una escuadra Seal directo a una misión suicida.

"Es lo que usted quiere que yo haga" le dice Ian. La conversación ocurre como si nada, como si hablaran del clima, del programa de tevé de anoche.

"Sr. Tate, he esperado 35 años para encontrarme con usted, siempre lo supe. Mi propuesta es sencilla para un hombre de su poder. Solo le pido me entregue el Sagrado Cáliz, no el falso atractivo turístico de Roma, yo quiero el verdadero, el que está custodiado en Teherán, en un bunker bajo los escombros de un edificio. Usted verá, mi cliente ya intentó recuperarlo pero ha fallado en cada intento. Mi cliente es alguien también poderoso, de un poder digamos, ancestral. Pero aún así no tiene lo que se necesita para reposeerlo".

Ian se levanta, explica que él simplemente es una persona que siempre está en el lugar equivocado en el peor momento.

"Ahí se equivoca Señor Tate. Usted es una de esas creaciones de los dioses, digamos, edición limitada. Único. El primero en su especie. El último de su especie. Usted ni siquiera nació. Su madre ya estaba muerta cuando vio la luz de la vida. Yo lo que le propongo es que use ese don que siempre ha tenido para que nos ayude a recuperar algo que, digamos, siempre nos ha pertenecido".

Ian insiste en lo imposible de la misión.

"Tendría que ser un fantasma". Ya lo es, responde Rauchen.

"No se puede sobrevivir a ninguna de las pruebas que hay que superar". Usted ya ha pasado muchas en su vida Señor Tate, solo que no se ha dado cuenta aún.

"Tendría que adivinar lo que piensan los sabios a los que debo enfrentarme, es simplemente imposible". Siempre pudiste leer las mentes Ian, solo que no estaban conciente".

Disculpe por tutearlo Señor Tate. Verá, ya nos conocemos, digamos, yo lo conozco de toda su vida. Lo he cultivado para esta prueba. Solo piense en cada vez que caminando se encontró con otra persona de frente. ¿Verdad que siempre da el paso al mismo lado que esta persona? ¿Se encuentra atrapado en una danza improvisada que debe esforzarse por escapar al tercer o cuarto paso? ¿Se da cuenta que cada vez que olvida marcar el piso en el ascensor la otra persona va justo donde usted necesita subir?

Ese ha sido usted siempre manipulando sus mentes Señor Tate. Ahora simplemente le pido que haga lo mismo por mi, por mi cliente. A cambio, usted recibirá la llave para ingresar a la siguiente dimensión, donde se encuentra raptada su amada. De donde nadie nunca ha podido regresar, pero como usted no sigue las reglas de esta o ninguna dimensión, espero volver a verlo mi querido amigo, y que me cuente como se ve el infierno en verano".

Ahora, ya que estoy seguro se ha decidido por el trabajo, comamos.

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