Vivía en mansiones. Mi papá era ingeniero civil en el tercermundo. Todo en vías de desarrollo. Construía casas muy grandes antes que se supiera que se puede hacer dinero con eso. Por eso no tuvimos dinero. Solo espacios. Durante hasta 2 años. teníamos el control de una obra en construcción. Hablo de casas gigantes, de dos mil, tres mil metros cuadrados de construcción. Terrenos de media hectárea.
Vivía en mansiones y no lo sabía. Eran espacios infinitos. Incluso cuando ya estaban habitables y tenían el aire acondicionado encendido al máximo todo el día, no los iban a visitar. Pasabsn hasta dos años más vacías, limpias, inhabitadas. Algunas tenían servidumbre. Pero nadie las habitaba. Un ejército de sirvientes para mantener en perfectas condiciones algo que nunca ha sido usado.
Amoblado. Recuerdo entras a una mansión, que había sido invadida por mis amigos Lene y Carlota. Cuando vives en un suburbio vives solo desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Medio día, Lagos de la Ría era habitado por niños, jóvenes, niñeras, mucamas y jardineros. Los papis y las mamis se iban a la ciudad a trabajar, a reunirse, a vivir. Verán, un suburbio en el tercer mundo es una pieza exótica de arquitectura inmobiliaria. Una proeza del capitalismo. Un retoño del liberalismo. Los rezagos del boom petrolero. Estragos de una democracia post-dictatura, con el bono de los gringos de consumos, consumidores y endeudamiento. La gran década de fiesta. El dinero que nunca se acababa. Nunca se acabaría. Al menos por algunos años.
Vivíamos en un suburbio al otro lado de Guayaquil, cruzando el nuevo puente sobre el viejo río. El nombre no es relevante hasta más adelante, así que solo nos referiremos como "la isla". Y los niños de la isla eran llamados los niños de la burbuja. Luego vendría la enfermedad de la muerte, el legado del olvido, el chiste que termina mal, la noche infinita, el tirabuzón del tiempo. Esos son nombres de capítulos, pero falta mucha historia hasta entrar en esos temas. Digamos que estamos en la introducción del primer libro de Dune, el que casi todo es introducción. Un verdadero manual de uso y abuso de esta historia, única, inagotable, incuantificable.
Lene era el hijo de un embajador. Una vez vivió 4 meses en su casa, con su chofer, sus mucamas, sus niñeras, sus jardineros. Sus padres encontraron rastros de droga en su baño el día que regresaron de sorpresa y al día siguiente desapareció. Nos dijeron que había sido llevado a una escuela en Estados Unidos cuando en verdad, lo llevaron al Internado de Huigra. El lugar más inhóspito de Ecuador, un páramo incompatible con el costeño. Nadie lograba escapar. Con una tasa de 4 visitantes de Guayaquil al año, 100% dedicados a la venta de suministros de limpieza. Ni siquiera miraban. Como nadie les compraba porque nadie de ese lugar confiaría en un costeño, ni se animaban a preguntar en qué lugar estaban.
Pero la historia aún no tiene un comienzo. Quizás no lo tenga. Pero empecemos dándole un inicio. Un punto de arranque. Eso será esa noche. No es el comienzo cronológico. Algo como un dramón de Almodobar. El comienzo no es el inicio sino un momento en la trama. Este será conocido como la noche infinita.
Y así empieza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario