martes, 14 de junio de 2011

IAN TATE POLANSKI, episodio 1 por Ed Undo




La noche es fría y eterna para los que morirán en ella.

Las golondrinas aguardan al amanecer si es que algún predador no se las come sin que ellas parpadéen. Los letreros desvencijados del viejo restaurante del camino a Hollywood. Charles había pedido café negro, sin azúcar, sin cuchara. Lo acompañaban 4 individuos de aspecto hippie, de aspecto sucio. Uno de ellos silbaba una canción de los Beatles, ninguno de ellos sabía deletrear esa palabra. Charles esperaba tranquilamente que se enfriara su taza de café mientras murmuraba algo entre dientes, eran 3 palabras que se repetían una y otra vez, ininteligibles, nefastas.

La noche es tierna, triste y estancada cuando se va a tomar una decisión que cambiará el curso de la historia y más importante aún, cambiará el curso de esta historia. Más adelante hablaremos del personaje en cuestión, quién en la historia aún ni siquiera ha nacido, de su extraña vida, de sus años perdidos, de su rebelión, de sus compañeros, de su infierno personal, de su amor inalcanzable, de su viaje en el tiempo. Pero no nos adelantemos, empecemos a contar la extraordinaria y bizarra vida del personaje.

Uno de los acompañantes se levantó precipitadamente y levantó la mano derecha al aire, los otros 3 los miraron. Frente a ellos, con la mirada siniestra y la ceja levantada, debajo de esos ojos, debajo de su cabello, debajo de su barba, frío y calculador como la noche, Charles Milles Manson planeaba su último atentado contra la humanidad. Era el invierno de 1968 y las 3 palabras que repetía entre dientes una y otra vez eran: Sharon, Marie, Tate... Sharon, Marie, Tate... Sharon, Marie, Tate... Sharon, Marie, Tate... Sharon, Marie, Tate... Sharon, Marie, Tate...

Sharon Marie, como la solía llamar su esposo, tenía 8 meses y medio de embarazo. Esa noche moriría pero lo haría sola, no por que su esposo estuviese de viaje, definitivamente no por que su compañia también iban a morir; sino por que alguien sobreviviría este asesinado, alguien de quien no tuvimos noticia, siempre fue considerado como un acto de satanismo y pasado por alto: su hijo.

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