lunes, 16 de marzo de 2015

La Vie en Noire, cuento por Ilan Goldenstein @ilanJakob

Negro era lo que siempre vestía. Aquella larga cabellera que le llegaba casi hasta la cintura era su vestido favorito, y le quedaba a la medida. Mujer de portada. Lo tenía todo. Unos ojos transparentes que dejaban ver su lado angelical. Una boca sonreída que dejaba ver su lado demoniaco. Pecas, regadas en un armonioso caos por todo su cuerpo, esperando un pincel que las uniera. Pero sobre todas las cosas, una mente perfecta. Educada y siniestra. Justa y maquiavélica. Inocente pecadora. Cuando hablaba, no había reproche. Cuando callaba, derrochaba humildad. Esta noche, aquella mente seductora tendría su debut.

Desde su ventana, la noche era tan negra como el café en su taza. Debía mantenerse activa. En cualquier momento apagarían la última luz y entonces tendría que actuar. Gata de pasarela. Huía de los flashes de cámaras extrañas y se erizaba con las preguntas de siempre. ¿Quién te vistió? ¿Sigues comprometida? ¿Cuándo piensas volver a la gran pantalla? Con una sonrisa manejaba el silencio y el engaño. Esa noche prometía ser inolvidable para todos los tabloides.

Se vistió para la ocasión. El glamour, su promesa de vida. La elegancia, su sello en el mundo. Guantes negros de seda. Aquel vestido que mejor se ajustaba a su cuerpo. El de la espalda semi desnuda. El de hombros descubiertos. El que dejaba ver una de sus piernas con cada paso que daba. El que usó en aquella película en la que desayunaba un pan frente a la vitrina de una de las más prestigiosas joyerías del mundo.

El mundo aún no estaba listo, pero ella sí. Ya era tarde para arrepentirse. Su clásico Número Cinco dejaba una estela de seducción que parecía darle más luz a aquella luna cosida a ese interminable paño negro. Los tacos de sus zapatos eran la música que ponía ritmo a sus pasos. Todo parecía conjugarse en armonía. En su cartera tipo sobre, regalo de aquel amante del que nadie volvió a escuchar, su objeto más preciado. La Smith & Wesson de apenas 15cm cabía perfecto, pesaba muy poco y se acoplaba con gran sutileza a su pequeña mano. Irónicamente, el arma parecía el complemento perfecto de su vestuario. La delgada empuñadura se perdía dentro del guante de seda negro que la sostenía.

Un taxi amarillo la espera frente al hotel donde se había hospedado. Por las ventanas del auto se escapan tonos de una trompeta que imita a Edith Piaf. El chofer parado junto a la puerta trasera del auto, procede a lo evidente y con mucha educación le pregunta: “¿Adónde la llevo, señorita?” Con una sonrisa pícara y subiéndose al auto amarillo, ella responde en medio de un rapto de nostalgia: “A decirle a alguien que lo amo… por última vez.”

El taxi se aleja por la calle desierta y silenciosa. Solo la luna y una trompeta ronca que se va perdiendo en la distancia al sonido de 'La Vie en Rose’ son testigos. El resto es todo negro.

Cuento publicado en Revista I'mSky Black Edition Más acerca de Ilan Goldestein en http://linkd.in/1EhKEYD

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