sábado, 13 de febrero de 2016

Cuento Sin Nombre #2 por @UntalHaas

imagen de dominio público de Psique para el cuento sin nombre # 2 de @untalhaas en el blog ficciondislexica.com

-¿Crees en el Karma?- me preguntó.

La miré, estaba acostada boca arriba viendo a las estrellas.

Su pregunta no me sorprendió, usualmente las lanzaba al aire cuando no había nada de qué hablar. Raras, espontáneas, muchas veces retóricas y otras veces que me sonrojaba al escucharlas, las decía al azar, cuando íbamos juntos a casa, cuando miraba por la ventana del bus, cuando se aburría de abrazarme y cavilaba en mi hombro, cuando no tenía nada que hacer y el silencio le gritaba en los oídos.

La miré otra vez, sin que me viera, sin responderle mientras no esperaba una respuesta, la vi mientras sus ojos contaban estrellas. La miré y recorrí cada curva de su rostro, de su cabello al ritmo del viento mientras sonaba una canción de fondo que nadie más que yo podía oír.

Me llené de preguntas por pura distracción, me perdí en la belleza etérea y lejana de Carolina. Y me pregunté también si ella me amaba de la misma manera en la que yo lo hacía. Me pregunté si Carolina tenía planes conmigo en un futuro no tan cercano. Me pregunté también en todo lo que pensaba cuando yo no estaba.

Me volvió a preguntar algo, algo que no escuché por estar perdido en la limerencia efímera del momento. Giró su cabeza y se quedó estática, viéndome mientras yo la veía como idiota. Me preguntó también acerca de nuestra relación.

Llevábamos doce años siendo novios y habíamos pasado la montaña rusa de la vida, juntos, pero nunca, nunca había preguntado acerca de la relación. Habíamos cruzado medio mundo, habíamos peleado, disfrutado, comido, bailado, leído y una lista extensa de cosas que quizás nadie más que nosotros había hecho. Al final había leído la frase de Jack Kerouac que decía: “Enamórate de tu existencia” pero yo ya me había enamorado de la de ella.

Me preocupé, una pregunta como esa no es sacada al aire así como así, debe existir un trasfondo en una pregunta como esa. Se puso triste, porque me quedé sin responder, porque eran muchas preguntas que seguía haciendo pero yo no había respondido.

Le dije que era feliz, porque no me importaba lo demás, porque no me agobiaba el futuro cercano o lejano, ni me preocupaba la vida porque era feliz junto a ella, y pase lo que pase, ya habría tiempo después para ponernos tristes.

Y entonces me besó, me besó una vez más después de doce años de haber sido novios, después de tantos besos que robaban el aliento, lo hizo esta vez bajo las melifluas melodías de los ángeles que pausaban el tiempo. Me besó como nunca antes lo había hecho y me besó tan, pero tan fuerte…

… que nunca más ninguno de los dos volvería a estar triste.

imagen en dominio público: Antonio Canova (Italian, 1757–1822) - Eric Pouhier (May 2007)

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