domingo, 28 de febrero de 2016

Debris: Ultraviolencia capítulo 2. Micronovelas por @Ed_M_Undo

imagen de una explosión de colores con el título Debris ultraviolencia capítulo 2 por Ed M Undo para el blog ficciondislexica.com

Mario es policía. Como policía su labor consiste en luchar contra el mal. Su novia, Moma, lo ama. Ella es dulce y su mirada placentera lo convierte en un guiñapo de suspiros. Mario dedica su vida a trabajar, desea casarse, tener hijos, una casa. Suele hacerle dibujos. Mario gana poco pero no necesita nada. Piensa que eso lo vuelve millonario. Poco es tanto cuando poco necesitas. Él solo necesita a su amada. Mario sale todos los días de su casa a las 7 de la mañana, encuentra una sintonía en la ciudad que recién se despierta, como si esta también padeciese catalepsia cada vez que más de la mitad de sus habitantes caen dormidos. La ciudad respira por sus alcantarillas, por sus ventanas. La ciudad pertenece a quien es capaz de domarla.

Mario piensa que la ciudad es indestructible, que nada puede hacerle daño. Lo mismo piensa del mundo, no cree en el calentamiento global. Piensa que lo que construye Dios el hombre no puede destruirlo. Lo han enfrentado aduciendo que el hombre puede separar su matrimonio que Dios ha unido. Mario argumenta que por cada divorcio nacen 100 amores. Que por cada pelea hay 10 orgasmos, por cada grito hay un millón de suspiros. Nada parece afectar a Mario. Pero Mario guarda un gran secreto. Su punto débil es Moma. Si algo le pasara él quedaría inmerso en la soledad. Moma es su brújula, su sendero de migajas en el bosque, su punto cardinal. Ella ejerce tanto poder sobre la vida de Mario que él siente a través de sus sueños. Él quiere tener una casa, hijos. Por eso trabaja duro en la policía.

Un día Mario empezó a investigar el caso de los Dátiles, una desconocida empresa que resultó tener ramificaciones en todos los negocios ilícitos del país. Mario fue sorprendido, secuestrado. Le ofrecieron un trabajo con cuyo sueldo podría comprar la casa que deseaba cada mes. Le ofrecieron comprarle lo único que no puede vender Mario: su conciencia. Mario los entregó, toda la organización cayó por su civismo, su ética, su moral, su mundo perfecto para sus hijos con Moma.

Un mes después de que cayó la mafia y Mario fue ascendido a jefe de la policía de Guayaquil, Moma fue secuestrada. Todos los medios siguieron el caso. Nadie la había visto, no había dejado huella. Todos sabían que la mafia lo había hecho pero todos estaban presos.

Un viernes, un cuerpo fue abandonado en la puerta del edificio de la policía de donde Mario no había salido por semanas, se bañaba y comía ahí, sin Moma no había sentido en volver a casa. El cuerpo abandonado era Moma. Estaba inconciente. Cuando la revisaron encontraron que todo su cuerpo había sido operado, una leve cicatriz milimétrica le daba la vuelta a cada uno de sus miembros. Al meterla a los rayos X descubrieron que cada uno de sus órganos vitales tenía adherido un explosivo, que una red inmensa de finos cables del grosor de un cabello cruzaban su cuerpo y se conectaban a su corazón y cerebro. Aparte de eso Moma estaba bien. No había perdido peso, nadie había abusado de ella. Mario por fin pudo descansar, quedo dormido en la cama del hospital.

El doctor que atendía a Moma lo despertó y le pidió hablar en privado. Explicó que su salud era normal pero no existía forma de operarla para quitarle los explosivos. Que tendría que vivir con eso por siempre, que seguiría una vida normal excepto en un inmenso detalle: si Moma llegase a tener un shock emocional, todas las cargas explosivas se detonarían. En su corazón estaba el gatillo para desatar la misma fuerza que la bomba que cayó en Nagasaki.

Mario quedó a su lado en la cama, tenía que esperar que su amada despertase y nunca, nunca, hacerla enfadar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario