lunes, 11 de mayo de 2015

Narcisa de Jesús, cuento por Paola López @paopaolt, tallerista de Palabralab

fragmento del cuadro el jardin de las delicias del pintor el bosco con el título de la obra narcisa de jesús de la autora paola lopez de palabralab del blog ficcióndisléxica.com

Arrodillada, como pidiéndole perdón a la vida por algún castigo, derramando sudor y desesperación, Consuelo pujaba casi sin aliento mientras la partera la guiaba. Al mismo tiempo el río se salía de su cauce. Era febrero de 1982, el fenómeno de El Niño había llegado y con él había traído a una niña a la que sus padres llamaron Narcisa de Jesús. Le pusieron así por una santa de la cual su madre era excesivamente devota. Aquel 27 de febrero, la madre le pidió a la santa que todo saliera bien ya que había presentado complicaciones durante el embarazo y por si fuera poco era el peor invierno que le había tocado vivir. Cuando Consuelo la vio por primera vez sólo atinó a decirle: «Mi pequeño milagro».

Desde su infancia estuvo rodeada de estampitas, esculturas de santos, rosarios y velas. Rezaba desde que se levantaba hasta que se acostaba. Acudía fielmente con su madre a las misas. En la escuela las compañeras se burlaban de ella, ya que Consuelo la mantenía impecable y demasiado tranquila para una niña de su edad. La madre pensaba que con una niña tan perfecta como ella podría criar otra santa. Tenían tanta fe, que podían pasar meses en crisis económica y cuando su esposo obtenía un trabajo, le otorgaba el milagro a Dios y a todos los santos, y no al empleador.

Cuando Narcisa de Jesús cumplió veinte años, comenzó a presentar hematomas en su cuerpo. Su madre vio el perfil de la virgen en uno de ellos. Al día siguiente la rodeada medio pueblo para ver la aparición en su cuerpo. Le rezaban y le pedían milagros, pues todos creían que la salvación había llegado. Lejos estaban de saber la verdad de lo que tenía.

Luego de unas semanas, más hematomas y convulsiones, Consuelo comenzó a sospechar que algo andaba mal. Acudieron a un hospital público de la «gran ciudad» como llamaban a Guayaquil. Ingresó al área de emergencias con sangrado en las encías y deterioro de consciencia. Consuelo rezaba porque «¡Para qué lágrimas, si la fe mueve montañas y resucita muertos!», solía decirle a los familiares de otros enfermos que la rodeaban.

El doctor le explicó que Narcisa de Jesús tenía un tipo de leucemia que pronto la llevaría a la muerte si no se trataba a tiempo debido a su etapa avanzada. Consuelo no quiso creerlo y le dijo al galeno que no sometería a su hija a esos medicamentos tan fuertes. Regresaron a su pueblo creyendo que Dios las ponía a prueba, pero que él la iba a sanar. Buscó un grupo de oración en el que comenzaron a rezar por ella, hasta la llevó al Santuario de su homónima para pedirle un milagro como el día de su nacimiento.

Posteriormente Narcisa de Jesús se fue recuperando hasta llegar a ser la joven sana de siempre. Para ellas Diosito y la Santita la había curado. Como acto de agradecimiento a sus amigos organizó una reunión, sin baile, obvio, porque eso era del diablo según Consuelo. Narcisa compartió con todos quienes estaban felices de verla recuperada, pero luego de un par de horas se sintió agotada por lo que decidió retirarse para ir a descansar. Al día siguiente su madre le había preparado su desayuno favorito, pero cuando fue a despertarla notó que estaba pálida, fría y sin vida. Tal vez Dios o la Narcisita se la habían llevado, pero definitivamente el fanatismo la mató.

imagen libre de derechos: fragmento del cuadro El Jardín de las Delicias de El Bosco
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